"He visto la locura en mi zona", canta el Sr. Smith en la canción 4 de este disco. Esa frase resume gran parte del atractivo de The Fall: observaron el Norte, el lugar donde crecí, y vieron algo extraño e inexplicable en él. No "realismo norteño descarnado", sino más bien "surrealismo norteño arrogante". Una alternativa bienvenida a todo ese rollo de anuncios de Hovis, bandas de música, "Ee by gum" y "Last of the Summer Wine" que normalmente se escucha cuando se menciona el Norte en los medios de comunicación. Según The Fall, la gente del norte de Inglaterra también tenía sueños y a veces veía "monstruos brillando en el tejado" de la discoteca local y tenía que lidiar con los duendes de la ciudad a diario. Era una gran noticia. Una noticia increíble para un joven de 18 años que acababa de terminar el colegio, cobraba la Seguridad Social e intentaba triunfar en una banda, lo cual era bastante difícil porque el resto de la banda se había visto obligada a ir a la universidad por sus padres. Además, el Norte estaba (perdón por mi francés) completamente jodido en 1981: el gobierno de Thatcher cerró sus industrias, dejando a toda la población en un estado de shock. Necesitábamos algo nuevo en lo que creer. Una banda en la que creer.
"Somos una porquería blanca del norte que responde" fue otra cita inspiradora en aquella época (se puede escuchar en la introducción de "Psykick Dance Hall" de este disco). Porque eso era a lo que aspiraba: a encontrar mi propia voz. A descubrir quién podía ser. Una tarea difícil.
The Fall siempre me había sido útil en asuntos como estos: la primera mención de Pulp en la prensa local, mientras aún estaba en el colegio, nos había comparado con "una mezcla entre ABBA y The Fall" (¡la mejor crítica de la historia!), lo cual fue alentador, como mínimo. Luego fui con mi hermana a verlos a The Leadmill, lo que nos llevó a una discusión sobre si lo que acabábamos de presenciar era "de verdad" música o no. Olvídense de esa pregunta: ¿y el resto? ¿Se puede ser tan repetitivo? ¿Tienen que estar todos los instrumentos afinados? ¿Puede el cantante colgar su chaqueta en el pie del micro si tiene demasiado calor? Sí, no, sí. The Fall ofrecía posibilidades. Mostraba posibles vías de escape. Decían: "Cualquiera puede hacer esto, siempre que lo haga a su manera". Eso significaba que uno tenía que crear sus propias reglas y encontrar sus propios temas sobre los que escribir canciones entre los escombros del recién llegado al Norte postindustrial. ¡A trabajar!
Este disco me trae de vuelta aquellos días de inspiración y euforia. Me sé estas canciones de memoria, aunque por aquel entonces nunca compré un sencillo de The Fall; John Peel siempre ponía los lanzamientos de The Fall, así que las grabé de la radio. Lo siento. Seguro que tú también las conoces. Pero escucharlas en directo, en el calor del momento, realmente revive el espíritu de The Fall. El vértigo y la emoción. El hambre palpable de encontrar algo nuevo sobre lo que cantar y en lo que creer. Esta música nunca pasa de moda.
The Fall sigue siendo el antídoto perfecto contra la locura de nuestra zona. Ojalá reinen por mucho tiempo. LP negro, libreto de 8 páginas, 140 g.
